VOLVER A MI PUEBLO

Hugo Bahamón Dussán

Una tarde, cuando regresaba de mi trabajo, pasé por mi hija y durante el viaje me comentó que seis compañeras de las ocho que habían entrado con ella en el primer semestre a la universidad no serían recibidas en el segundo semestre y les tocaría regresarse a su pueblo de origen.

Le pregunté por qué y con tristeza en sus ojos me respondió que no habían aprobado los exámenes.

Esa misma semana, otra vez pasando por mi hija, tuve la ocasión de encontrarme con una de ellas y abiertamente le pregunté por qué no había pasado los exámenes.

Me contestó que su situación era similar a la de las otras cinco y era básicamente que la universidad les estaba exigiendo conocimientos que ellos no habían recibido en su bachillerato.

Por curiosidad le pregunté cuáles eran esos conocimientos y me contestó que, por ejemplo, en álgebra le pedían saber sobre ecuaciones complejas que ella nunca había aprendido y lo mismo les pasaba a las otras cinco compañeras en otras materias diferentes.

Mi respuesta franca fue que yo había terminado mi bachillerato hacía mas de 50 años y que efectivamente las ecuaciones complejas son parte de lo que uno aprende en álgebra.

Como mi hija demoraba en salir, le pedí que, honestamente, me contara que fue lo que le pasó con el algebra en el bachillerato.

Me contó esta historia que les transcribo con exactitud.

“Teníamos una sobresaliente profesora de álgebra, pero a los dos meses renunció pues no podía soportar la permanente indisciplina de algunos alumnos y entonces nombraron a un profesor substituto, excelente ser humano que nos dejaba hacer en su clase lo que quisiéramos porque sabía muy poco de álgebra”

Entonces, le pregunté cuántos eran esos alumnos indisciplinados y me contestó que eran 3.

Le pregunté cuántos eran los alumnos en total, me contestó que 30.

Mi pregunta lógica fue: “¿qué hicieron los 27 con respecto a los 3 indisciplinados y es más qué hicieron las familias de los 27 con respecto a las familias de los 3 indisciplinados?”.

Me contestó: “Nada, solo dejamos que ellos siguieran perturbando las clases y nuestros padres también aceptaron la situación”.

Desde luego, le pregunte: “¿qué hizo la escuela al respecto de los alumnos indisciplinados?”

Me contesto: “La escuela tiene un protocolo de disciplina y ellos simplemente cumplían con las suspensiones temporales, pero regresaban y a veces regresaban con peor actitud hacia los profesores”.

“Después, durante los exámenes estatales notamos que había muchas preguntas que desconocíamos totalmente, no solamente en álgebra sino en todas las otras materias en las que los profesores no habían renunciado, pero que por motivo de la indisciplina no habían podido enseñar la totalidad del temario correspondiente al grado”.

Ahora, a las seis alumnas les tocaba regresarse a su pueblo y atender el Community College local pues muy probablemente sería la única institución académica en la que podrían aprobar los exámenes.

Llegó mi hija y no pude conversar más con la alumna pues la semana siguiente las seis exalumnas ya habían partido hacia sus hogares.

Lo sensible del asunto es que tengo alumnos que piensan que no necesitan los conocimientos del bachillerato porque no van a asistir a la universidad, sino que van a entrar a trabajar inmediatamente se gradúen.

También me he encontrado con algunos de ellos, graduados de mis años anteriores, y me han contado que los empleadores exigen tener el bachillerato no solamente como requisito, sino que para el buen desempeño en el empleo se necesitan los conocimientos que debieron haber adquirido durante el bachillerato.

Algunos de ellos tuvieron que renunciar y buscar empleos de menor categoría, pero también de menor exigencia de conocimientos.

He sido profesor en Colombia y ahora soy profesor en los Estados Unidos.

Algo que me ha impactado profundamente es el nivel de indisciplina de algunos alumnos, pero también el nivel de complacencia de los otros alumnos y el nivel de indiferencia de sus padres.

Creo que es realmente triste lo que está pasando y cómo unos pocos alumnos indisciplinados están afectando el futuro de todos los otros alumnos.

Como educador tengo bien claros estos dos principios:

“Sin disciplina no hay concentración y sin concentración no hay aprendizaje”.

“Cuando el profesor acepta que un alumno haga lo que quiera una vez, automáticamente, está autorizando a todos sus alumnos a que hagan lo que quieran, siempre”.

Por el bien de todos los jóvenes de los Estados Unidos, me gustaría que se presentara un cambio en el aspecto disciplinario en los colegios de bachillerato y se privilegiara a los alumnos que sí quieren aprender sobre los que solamente están pasando el tiempo.

Estoy de acuerdo en que no se debe dejar alumnos atrás, pero si esos pocos alumnos están jalando a todos los otros alumnos para que también se queden atrás en vez de procurar avanzar, creo que se debe dar prioridad a los alumnos que quieren avanzar.

En la Declaración Independencia, que es uno de los documentos pilares de la democracia en los Estados Unidos, hay una frase que dice:

“Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.”

No creo que haya una forma mejor de buscar la felicidad que a través de una buena educación que permita obtener empleo digno y bien remunerado.

Los profesores deberíamos ser defensores de este principio de la Declaración de Independencia y no permitir que un ser humano arrebate a otro ser humano el derecho a obtener su propia felicidad.

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